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Piscinas accesibles

Las piscinas son equipamientos de ocio muy frecuentes tanto en establecimientos turísticos, en complejos deportivos municipales o a nivel particular en viviendas unifamiliares o urbanizaciones.
La natación, además, constituye una actividad física que contribuye a un buen mantenimiento del estado físico, favoreciendo al sistema muscular, esquelético, circulatorio y respiratorio. Para muchas personas con discapacidad la natación es uno de los deportes que pueden practicar; otras disfrutan simplemente del baño y de la interacción social que se produce en estas instalaciones deportivas.

Los diseños tradicionales no resultan accesibles o representan riesgos a una gran parte de los usuarios. En este apartado queremos mostrar algunas recomendaciones y guías de diseño para poder realizar piscinas que sean disfrutadas por la mayor parte de las personas, con independencia de su discapacidades.

Entorno y servicios accesibles

La primera condición para que una piscina sea accesible, es que su entorno, sus accesos y las edificaciones y servicios vinculados (taquillas, aseos, sauna, parking,…) también lo sean. Las directrices de diseño de estos espacios se explican en otros capítulos de este libro por lo que no volveremos a repetirlos aquí.

El entorno de la piscina estará pavimentado con material antideslizante tanto en seco como en húmedo. Los bordes de la piscina estarán claramente diferenciados mediante una textura y un color distintos al del resto del pavimento.

El personal de la piscina deberá conocer conocimientos suficientes como para saber inmovilizar y trasladar a una persona accidentada sin causarle lesiones.

Como equipamientos adicionales, es recomendable contar con sillas de ruedas para agua, que puedan ser usadas para entrar en la piscina o para utilizar en las duchas.

Acceso al vaso

Se recomienda un acceso común para todos los usuarios, como puede ser una rampa con pendiente suave y dotada de pasamanos firmemente anclados. En piscinas grandes (más de 50m) debería haber más de un acceso accesible al vaso.

La señalización de la profundidad de la piscina debe poder ser visible desde el exterior; puede utilizarse el color del borde para señalar las distintas profundidades.

Rampas

Es el modo de acceso más recomendable. El ancho variará entre los 82 – 95cm. La pendiente recomendada es no mayor del 8%, y tanto la entrada como la salida de la rampa estarán a nivel con el pavimento, sin escalones. Llevará doble pasamanos a dos alturas en ambos lados, es recomendable que en el lado que da al interior del vaso se levante un muro o por lo menos un zócalo, para evitar que el usuario o la silla de ruedas puedan deslizarse por debajo del pasamanos de manera accidental. No es recomendable que el pasamanos continúe por debajo del nivel de agua, ya que constituiría un obstáculo difícil de detectar.

Se prestará una especial atención al pavimento, que deberá ser antideslizante. La zona más peligrosa es la de entrada en la rampa, cuando aun hay poca profundidad de agua y es más fácil resbalar. Para asegurar una mayor adherencia podemos recurrir a productos especiales para tratar baldosas, que mediante una ligera abrasión crean una superficie más rugosa y por tanto menos resbaladiza. Otra solución es usar piezas de revestimiento de poco tamaño, lo que aumenta el número de juntas y mejora así la adherencia.

Al final de la rampa ha de haber una zona plana de 150cm de largo en la que la silla pueda maniobrar y girar, con una profundidad de agua que no supere los 75cm. Todas las profundidades de estas zonas deben estar bien indicadas y visibles desde el exterior, para poder comprobar con anterioridad si el usuario puede utilizar la piscina o no.

Grúas y elevadores

Existen grúas específicas para facilitar la entrada y la salida del agua a las personas con poca movilidad. En su mayoría funcionan con un sencillo sistema hidráulico, tan sólo hace falta conectarlas a un grifo o toma de agua con presión suficiente.

Estos elevadores pueden ser usados sin ayuda por muchas de las personas con discapacidad, ya que su manejo es sencillo y no requiere gran esfuerzo ni habilidad. Aun así se recomienda su instalación en zonas en las que la profundidad del agua no sea mayor de 120cm, para aquellos casos en los que se requiera la ayuda  de una persona desde dentro del agua.

No hay que olvidarse de comprobar que el camino al elevador sea accesible, y que exista espacio para maniobrar con la silla al lado de él.

Muros y gradas de transferencia

Otra manera de entrar es mediante muros de transferencia: este muro se encuentra en el borde de la piscina, casi a ras con la superficie del agua, y por el otro lado su altura es similar a la del asiento de la silla de ruedas (unos 45cm), de tal manera que el usuario puede aparcar en paralelo y pasar fácilmente de la silla al muro (apoyándose en barras o asideros perpendiculares a la piscina y anclados al muro), y de éste al vaso de la piscina.

Una variante de este sistema son las gradas de transferencia, que consiste en una plataforma de transferencia y una serie de escalones que se van introduciendo en el agua. El usuario pasa de la silla de ruedas a la plataforma y luego va bajando los escalones. Estos escalones tienen una profundidad de unos 40cm, y una altura no mayor de 22cm.

Estos sistemas estarán revestidos con materiales que no resulten abrasivos y tendrán todas las aristas redondeadas, ya que el usuario se irá arrastrando sobre ellos, y no hemos de olvidar que lo harán vestidos sólo con la ropa de baño, por lo que podrían sufrir heridas o cortes en la piel.

Borde de la piscina

Están absolutamente prohibidos los “lavapiés” en el perímetro de la piscina. El borde será redondeado, y todo el perímetro estará diferenciado con una banda de color y textura distinta de unos 50cm de ancho y de material antideslizante.

Las rejillas que hubiese tendrán un ancho máximo de 6mm, y su color contrastará con el del pavimento y con el revestimiento de la piscina.